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SEComunica  |  La Revista N° 3







        del 2...y de a poco,  empecé  a aprobar las materias. Y cuando me
        saqué un 10, no lo podía creer, mis profesores y compañeros me
        decían: “¡Virginia, mirá todo lo que evolucionaste!”.


        Realmente no fue fácil. Tiene mucho sacrificio, porque uno tiene
        que combinar sus obligaciones laborales y familiares, y a la vez
        cumplir con el estudio. Muchas veces, yo me iba los domingos a ver
        a mis hijos y a mis nietos y me llevaba la tarea para hacer. Por eso el
        apoyo de la familia es fundamental, y también el de los compañeros
        porque cuando no entendemos algo o alguno no llegó a terminar la
        tarea, nos juntamos en la Escuela y nos ayudamos a terminarla.


        Llegás a mitad de año y te sentís agotada. Siempre pasa que después
        de las vacaciones de invierno se da la mayor deserción. Me ha pa-
        sado por supuesto de querer dejar todo. Fue en segundo año. Las
        matemáticas y la contabilidad me costaron un montón, sentía que era
        mucho para mi, y no llegaba a entender. Lo hablé con mis profesores
        y con mi compañera Elsa, que fue un gran apoyo para mi. Ella me dijo,
        “¿Qué materia dejarías para no abandonar el colegio?, Virginia, dejá
        la materia que más te cuesta...dejala y esforzate en las otras materias,
        y luego, cuando te sientas preparada las volvés a hacer.” Y ahora, la
        materia que estoy cursando es una de esas que dejé, y cuando me
        reciba, quiero seguir estudiando, mi sueño es psicología social,
        pero por ahora me voy a anotar en el terciario, en la sede de
        Rivadavia para empezar Relaciones Laborales.

        Estoy muy agradecida con Armando Cavalieri. Yo creo que él ni si-
        quiera se puede llegar a imaginar lo que significa para mi y para
        muchos de mis compañeros que nos haya dado la posibilidad de
        estudiar. Cuando mis hijos egresaron yo los veía a ellos como de otro
        mundo, y ahora verme a mí que ya casi estoy por terminar, no tiene
        precio, ahora ellos están orgullosos de mí. ¡Y ni hablar de mis nietos!
        Que hoy en día puedo ayudarlos a hacer su tarea. Eso no tiene precio.

        De chica me dijeron, “vos sos una piedra que hay que pulir”. Yo
        me veía muy inferior a la gente preparada, lo veía todo tan leja-
        no… pero cuando pude cruzar esa barrera me dije a mi misma
        “¡Esta piedra también puede ser capaz!” Aparte, cuanto más sa-
        crificio te cuesta, más orgullo te da.










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